jueves, junio 28, 2007

"El Juego" (es como nombre de película pitera de terror)

A la salud de la Gato, ea.

1.

Como a los 6 años me gustaba un guey que se llamaba Fumaro y que vivía en un ranchito al que íbamos siempre en vacaciones. Mis papás no me dejaban juntarme con él por piojoso (no despectiva, sino literalmente), y como ya tenía edad suficiente (15 o 16), pronto dejó el pueblo bananero (no despectiva, sino literalmente) para cruzar el border en busca de la dolariza. Nuestro amor no pudo ser, pero cumplió su misión al convertirse en el primer gran drama de mi vida e involucrar a alguien de nombre Fumaro, inaugurandose así la tragedia de mi desgracia (pobre pobre mi desgracia) que, marcada como quedó, siempre sería muy pero muy poco seria.

2.

Una vez fui a Pare de Sufrir.

Estem, no, no paré de sufrir.

3.

Desde hace tiempo llegué a esa edad en la que compré la idea de que los teléfonos sirven sólo para recados y emergencias, de ahí que pasados unos minutos de conversación telefónica me comienzo a angustiar. Sé de las distancias y las imposibilidades, pero no importando cuánto quiera, extrañe, o cualquier otro efecto de la necesidad, a la persona con la que hablo, invariablemente antes del primer quinto de hora ya estoy pensando "¿y qué? ¿como cuándo vamos a colgar?"

4.

Aunque mi mamá asegure que dormir 19 horas continuas es una enfermedad y no un talento, yo digo que sí lo es. Tal vez no me lleve a la tele ni me dé fama mundial como ese señor que se mete a la boca 200 popotes o tres pelotas de beisbol, pero me enorgullezco de lo mío y, lo que es más, seguro que lo paso mucho mejor. Visto así, ¿quién ganó?

5.

Creo que hay duendes en mi cuarto. Algunas noches, cuando los escucho, pienso que es mejor tenerlos contentos ayudándolos en su labor de revolver, esconder y perder mis cosas, así que les prendo la luz. No es por miedo, no, es para verte mejor y un puro acto de solidaridad.

6.

Toda mi fe en la superioridad de la civilización sobre la barbarie se rompe mientras siento los pedacitos todavía calientes de nosequésea cayéndome encima al presenciar un espectáculo de pirotecnia. Es como escupir para arriba, pero con fuego. Nunca aprenderán.

7.

Cuando por algo le digo a alguien que hay miles, millones de cosas peores que la muerte del otro cercano, no hay mayor fastidio que me salgan con el argumento babosón de "lo dices porque nunca se te ha muerto alguien a quien quieras". Qué saben de mis muertes y qué saben de mis amores. Es que es una desvergüenza eso de justificar la fealdad, la inutilidad de la propia vida en una muerte ajena. Valen más otras cosas. Hay mucho mejor que tener vagamente a un vivo y mucho peor que verlo morirse. No me pesa la ausencia irremediable; me queda el amor donde yo me lo quiera poner (aún donde no lo vean los del argumento babosón) y hay campo suficiente para admitir que a mí no estorba un cadáver más.

8.

Para ella, para Graciela, así como la muerte es menos, admirar es mucho más que amar.

miércoles, junio 27, 2007

Si no fuera porque nunca, jamás, he tomado una sola decisión, sino que simplemente he estado ahí cuando las cosas pasan y hasta que me pasan, este sería el momento en el que me daría cuenta de que a mi modelo para armar de la vida lo he ido acomodando muy pero muy mal.

Pero nah.



I'm just sitting here, watching the wheels go round and round

martes, junio 26, 2007

Graciela, the employee with serial personal problems

El mejor medidor de edad es ese que se basa en el humorismo elitista. No hay forma de negar lo evidente cuando se ha llegado a ese momento de la vida en que se encuentra a Dilbert tan gracioso como real.




Nunca pensé que iba a pasar los 25. Y todavía no los paso pero ps, ya vi como que no. A partir del lunes renuncio a mi fe en los sueños premonitorios.

Empiezo una nueva vida.




*Hacer cita con alguien que me lea el tarot*

jueves, junio 14, 2007

01 (Abre los ojos)

Nos rompemos hasta el nombre tratando de encontrar significados, revisando las palabras para, al menos, tener nuevas formas de llamar al vacío, a la ausencia; fingiendo que no vemos el abismo que se abre después del punto final.

Nos rompemos hasta el nombre y la imagen, porque yo soy este par de manos que escriben, que espacian, que generan lo único que puedo dar; soy mis ojos de topo que se niegan a despegarse de las letras para ver que no hay nada más; soy el resto que no piensa y que no piensa porque teme tomar conciencia de que está aquí, inmóvil, lejano, inútil. A solas con todo el mundo.

Tratamos y prometemos decir la verdad. Nos sostenemos de las posibilidades. La fe puesta en la relatividad del tiempo y en algún elemento fantástico que venga a acortar la tierra que divide, que se extiende entre uno y otro más allá de donde la esperanza alcanza.

Y es hermoso el producto de la imaginación. Parece a veces que podemos vivir sólo de pensarlo, pero llega el momento inevitable (este momento) cuando la mirada al fin se levanta y se enfrenta al vacío de tu presencia; todo se rompe cuando se descubren las manos que no tocan y las palabras que, al agotarse, no pueden sino volver a llamar al vacío "vacío" y a la ausencia "tu presencia y la mía", pero no otra cosa sino "ausencia".

Ya sin letras que calmen a los ojos se crea el silencio, y es prudente, porque le hace honor a todo lo que, no quiéraslo tú ni quiéralo yo, se va cayendo en el abismo que se abrió después del punto final.

Tratamos y prometemos decir la verdad. Nos rompemos hasta el nombre y la imagen.




Si conociéramos la Honestidad, admitiríamos que una idea no alcanza para cubrir la soledad.

sábado, junio 09, 2007

Vocación: contrincante derrotable

Dejando de lado el saber que "por esto no salgo de mi casa", me decido a ir afuera, a ver qué hay. Y voy ahí, tranquilita en una avenida, esperando en el alto, cuando señor de adelante en su camionetota blanca decide que es buena idea echarse para atras, y avanza en reversa, y avanza en reversa, y avanza en reversa, y tuc, le pega a mi carro. Yo entro en pánico. Al escuchar el golpe señor de adelante se despega de mi carro haciendo un ruido de "ya te abollé la defensa, te tiré la placa y te volteé el escudo" (algo así como crrrjjj). Yo entro en el segundo círculo del pánico. ¿Qué hago? ¿Me bajo a ver qué le pasó a mi carro? Pongo el freno de mano pero señor de adelante aprovecha que se ha puesto en siga y arranca. Ya en el tercer círculo del pánico me doy cuenta de que eso no se puede quedar así y que, si me bajo a ver qué pasó, señor de adelante se me va a ir por más que yo lo persiga corriendo en zig zag y agitando los brazos en el aire. Quito el freno de mano y en lo que elaboro un plan de venganza, comienzo a seguirlo. Por ahora, improvisar. Por el retrovisor veo que mi placa no quedó ahí tirada, viene conmigo. Primera tranquilidad.

Señor de adelante acelera y yo acelero, señor de adelante cambia de carril y yo hago lo mismo. Después de un rato de persecución me doy cuenta de que, más allá de que eso no va a ningún lado, me está alejando muy estúpidamente de donde quería llegar y que, además, ahí me esperan. Hay que hacer algo ya. Tomo una decisión justo al tiempo que timbra el celular. Es quien espera, me habla de que la película es hasta las 10 y el lugar y las horas y cuánto me falta y "espera, ya casi llego, es que me chocaron y me estoy peleando con el guey", le digo. Quien espera debe imaginarme en una escena de mujer desquiciada por la ira, gritando obscenidades y haciendo llamadas al seguro, a la policía y hasta al periódico "para que todos sepan la clase de animal que eres", pero, aunque me hubiera gustado, no es así.

Ahí voy, en el tercer círculo del pánico, pero también en el del impotente coraje detrás de señor de adelante, decidida a jugarme mi última carta. Me le emparejo, toco el cláxon para que voltee a verme, y entonces lo hago: lo veo con unos ojos muy pero muy iracundos y feos. Y me voy. Segunda y última tranquilidad.

Tschá, viéndolo así, supongo que de haberme tirado la placa seguro hasta le hubiera sacado la lengua.

Entonces, a la conclusión que llegué en el camino de vuelta desde el fin de mi persecución hasta donde yo quería llegar desde el principio y mientras pensaba y pensaba qué otra cosa pude haber hecho, fue que puedo no ser la más deseada para muchas cosas, pero es indudable que si alguien tiene que pelear con otra persona, yo, como perro que de tanto enojo se priva y no puede ladrar, soy esa contra la que cualquiera se quisiera enfrentar.

Gran consuelo de utilidad.

martes, junio 05, 2007

Felicidad tonal (primer paréntesis en mi prematura crisis de los 30)

Tengo dos días escribiendo y borrando un mismo post sobre burbujas y calles y campos y todo, pero a veces las situaciones me desbordan y ya no puedo sino sentarme a verlas ocurrir, conmigo, ya no sólo frente a mí.

No sé si los deseos se rijan bajo los mismos términos que los sueños y si los cuento se malogren, pero corro el riesgo para testimoniar que ante la oportunidad única e indespericiable de hacerle a Dios (a través de un medio de comunicación wireless de alta velocidad) una petición concreta que en su cumplimiento no podía fallar, yo le pedí felicidad (ái nomás) y, como aseguró Don Púrpura (quién es Don Púrpura y la crónica completa de cómo llegamos al punto donde Dios y el hombre se hablan de tú sólo aquí), ya se concedió. Dijo que sería al día siguiente y fueron dos, pero, meh, nimiedades. Pudieron hasta haber sido tres, para no romper la cábala, pero, meh, más nimiedades.

El caso es que qué felicidad y qué simpleza de decirlo. Mucho contento. Ustedes, Eric, Mariana, Elisa, Eric, Arón, Carito, Eric, Laia, Saint Germain y tú, tú, tú (tres veces tú mismo, único clavicordio), me encantan. Todo el amor del mundo.

Gracias.


Creo que aquí, con el corazón grandísimo y el asombro y la incapacidad de expresar lo que pasa, es cuando se empieza a vivir.




Still glowing