jueves, noviembre 08, 2007

Cocinando espantos

De Metáforas culinarias inútiles para la vida (parte 1)


Para sernir la harina es necesario ponerla dentro de una lata con fondo de mosquitero diseñada para tal efecto y darle muchas vueltas a la palanca que aplasta el polvo contra la malla. Al gusto puede observársele caer o distraer la vista en algo alrededor.

Habiéndose formado un montículo de harina al que comúnmente se le llama fuente, se le hunde con la mano un agujero en la parte de en medio en el que se ponen huevos, azúcar y gengibre o vainilla al gusto, sólo para que el catador no le acuse de desabrido, tampoco está uno para dejarse ofender así como así. Se amasa y se hornea un rato. Con un poco de suerte se obtienen galletitas o un pastel, dependiendo del royal.

Para sernir sentimientos y obtener algo al final seguramente se debe seguir más o menos el mismo procedimiento, buscando con qué armar la parte real de la metáfora. El problema es que para esto no es tan fácil encontrar el cernidor, y, se sabe, si la harina, es decir, los sentimientos se usan así como así, invariablemente se forman grumos y termina todo mal.

En un ejercicio de suposición ociosa, diría que se pueden buscar los elementos necesarios para hacerse del cedazo anímico/sentimental entre canciones, imagenes, textos y pasados que se han ido olvidando, tanto propios como de la contraparte. Pero no estoy muy segura, después de todo, en la escuela, y aunque más tarde en la vida eso también olvidé, a mí sólo me enseñaron a cocinar.

6 comentarios:

SIETECUEVAS dijo...

Graciela...¿cuántas veces te he dicho que escribes muy bien?.


Una más.

Anónimo dijo...

tengo frío, te acuerdas?

diamandina dijo...

Una más gracias, Ío.

Y, anónimo, tssst sí, sí, sí me acuerdo. Qué olvidado aquello y siempre me encuentras.

Gabriela dijo...

Yo estoy cocinando un post en rojo y amarillo como tus panditas.

Erick dijo...

Me asombra tu uso de la metáfora. Increíble.

Laia Jufresa dijo...

uy qué buen pedo que tú tampoco has posteado, se me bajó la culpa como en siete grados